Ayer leíamos el relato de Juan. Hoy nos encontramos con el de san Mateo en el que se nos narra que Judas fue a ver a los sumos sacerdotes: “¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?”. ¿Hay algo por lo que valga la pena intercambiar a Cristo? El testimonio de los mártires, también los de nuestro tiempo, nos recuerdan que no. En Cristo está nuestra vida. Es él quien se entrega para que nosotros tengamos vida. El Hijo de Dios, que se hizo hombre por nosotros va a comprarnos al precio de su sangre. Los sumos sacerdotes lo tasaron en treinta monedas. Jesús, para ganarnos, se dio a sí mismo.

Dos pensamientos distintos discurren en estos días. Por una parte el de Judas pendiente de obtener algún beneficio personal. Por otra, los discípulos que le preguntan a Jesús: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?. Así son dos formas de entender la vida. La una en la que el centro es Jesús y el deseo de estar con él y vivir con él. La otra es la de Judas, que también forma parte del grupo, pero que está pendiente de su lucro personal, de sus proyectos,… Gran lección para nosotros que nos llama a trabajar para que todo nuestro afecto y nuestro pensamiento giren en torno a Cristo y nada nos separe de Él. Petición de estos días en los que, al recordar que Jesús entrega su vida por nosotros, deseamos que esa vida nos inunde y transforme plenamente.

Para mí siempre es emocionante, en la parroquia, el testimonio de tantas personas que, por esta fechas, contribuyen con su trabajo personal a preparar las ceremonias de la Semana Santa. Me impresiona su ilusión y su reocupación por los detalles (por las flores, los manteles, las lecturas, por disponer la procesión del Viernes Santo, preparar los cantos u ocuparse de que podamos tomar algo después de la Vigilia Pascual, … Pienso en los discípulos de Jesús que también colaboraron para aquella Pascua en la que Jesús iba a dejarnos el Sacramento de la Eucaristía. Nosotros ahora, por la comunión, podemos unirnos a él y formar un solo pueblo.

Distinta fue la actitud de Judas, pendiente de su redención personal que cayó en la tentación de pensar que unas cuantas monedas podían solucionar su vida. El evangelio de hoy nos llama también a introducirnos en el misterio de la Iglesia. Permanecer junto a Jesús y sus discípulos. El peligro de la soledad, de encerrarnos en nosotros mismos y de anteponer nuestro criterio a lo que desea Jesús “¿dónde quieres?”, es muy grande. De ahí también la necesidad de intensificar nuestro diálogo con él. Judas fue a hablar con los sumos sacerdotes, los discípulos interrogaron a Cristo. Que estos días sepamos encontrar tiempo para el coloquio distendido con Jesús. Nosotros no hemos de hablar mucho sino que debemos saber escuchar para que su palabra entre en nuestro corazón y podamos acoger el gran amor que nos tiene.