Domingo XXX T.O./B
DOMINGO 30 TO/B
El Evangelio del ciego Bartimeo revela el sufrimiento del corazón humano por una parte, y la ternura y misericordia de Dios para quien sufre, por otra. Para el pueblo judio todo ciego era considerado pecador e impuro.
Leo este Evangelio como escrito para mí, y ahora, siempre en primera persona. Es Cristo que pasa por mi vida: Soy el ciego, la muchedumbre, Jesús, el mendigo, (¿mendigo o autosatisfecho?), sentado pidiendo dinero, (cuando lo que necesito es ver y ser sanado), etc. ¿Con quién me identifico?
Bartimeo ha oído que pasaba Jesús y grita con confianza: «Hijo de David, ten compasión de mí». Una petición humilde que nace de la fe, y apela a las entrañas de misericordia de Jesús, a quien reconoce como el Mesias, Hijo de David, lleno de compasión. La gente le reprende para que se calle y deje tranquilo a Jesús. El ciego grita más fuerte. Un modelo de oración confiada, perseverante, que no se desanima ante los obstáculos, incluso se vuelve más intensa.
Jesús «no pasa de largo», se detiene. No puede ignorar el sufrimiento de aquel hombre. La mirada y el corazón de Dios son misericordia: “¿Qué quieres que haga por ti?”, pregunta. «Que vea». El ciego, arroja el manto ‑abandona su mundo‑, da un salto, y se pone sin nada en manos de Jesús. «Ve, tu fe ha salvado». El relato es una catequesis sobre la fe. La condición de la salvación es la fe, sin ella estamos ciegos.
El relato añade: “y lo seguía por el camino». Bartimeo sigue repitiendo que Jesús le ha curado, le ha cambiado la vida, le ha dado la felicidad, que Jesús es el enviado de Dios. «Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre … La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia … La Iglesia tiene un deseo inagotable de brindar misericordia … Es el tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos» (Bula del Jubileo).
Bartimeo tras su curación sigue a Jesús, se convierte en su discípulo, está disponible para Él…, siguiéndole. Modelo de discípulo que acompaña a Jesús hasta Jerusalén en su Pasión y Muerte en la Cruz.
Jesús nos repite hoy a cada uno: ¿Qué quieres que haga por ti? ¿Qué me pides?¿Qué necesitas? A Bartimeo además de curarle la ceguera, le cambia el corazón. A nosotros también nos ha curado Jesús, nos ha abierto los ojos, nos ha dado la luz; desde el Bautismo que es la la iluminación: ¿Qué sería de nosotros, sin Jesús?
Necesitamos la luz exterior en nuestros ojos para gozar de lo que nos rodea. Y la luz interior que ilumine lo que somos y estamos llamados a ser. Para redescubrir y cultivar la alegría de la fe, el entusiasmo para el seguimiento de Jesús y la valentía para comunicarlo a todos. Nuestro apostolado consiste en acercar a Jesús. «¡Ánimo, levántate, el Señor te llama!» «Hijo de David, ten compasión de mí».