En un 1º de mayo, víspera de la Ascensión del año 1940, surgían en Pamplona dos nuevas parroquias: la de San Francisco Javier y la nuestra de San Miguel Arcángel que venía a compartir la labor de Apostolado, siguiendo sus caminos y enseñanzas, con las antiguas parroquias de la Ciudad.
A las seis de la tarde se abría el nuevo hogar parroquial en la Iglesia de La Milagrosa y, a los pocos momentos, se administraba el Bautismo al niño Miguel José Luis Irigoyen Zabalza.
Los P.P. Paúles nos acogieron y junto a ellos convivimos durante más de dieciseis meses.
El día 29 de Junio, festividad de San Pedro, de 1940, se inauguraba la Iglesia de San Antonio de los P.P. Capuchinos, enclavada dentro de nuestra jurisdicción parroquial, que venía a ayudar en el trabajo apostólico, agradeciendo la colaboración prestada hasta el momento.
Entretanto se hacían gestiones para instalar la parroquia y así nos encontramos con D. Martín Goñi, propietario de los locales números 2 y 4 de la Calle de Navarro Villoslada; se planeó la adptación de los bajos por el Arquitecto D. Víctor Eusa y, realizada la obra, el día 20 de Septiembre de 1941, se hacía el traslado procesional del Santísimo desde la Iglesia de La Milagrosa hasta el nuevo local.
Poco antes el Sr. Obispo D. Marcelino Olaechea había procedido a su bendición.
Al día siguiente se celebraron las primeras Eucaristías en el templo parroquial y daba comienzo el solemne Novenario al Titular, cuya imagen se trajo para la procesión. El mismo día 21 se administraba el primer Bautizo a la niña María Elena Ocáriz Iribarren; así se iniciaba la labor parroquial con los dos primeros coadjutores D. Teófilo Jaúregui y D. Esteban Galbete, ayudados en su ministerio por el Capellán de la Santa Casa de Misericordia, D. Juan Urra y, algo más tarde, por D. Sixto Iroz.
La Acción Católica se organizó en sus distintas Ramas. En el pequeño local, adjunto a la Iglesia Parroquial, se turnaban las distintas organizaciones parroquiales para celebrar sus reuniones, entre ellas las cuatro ramas de Acción Católica, las Conferencias de San Vicente de Paúl y las Conferencias de Señoras y Caballeros.
El proyecto de la parroquia fue confiado a D. José Yarnoz y a D. Víctor Eusa, acordándose adaptarlo al Retablo de la Catedral, propiedad de la Excma. Diputación Foral, que lo cedió en usufructo a la parroquia de San Miguel, y se dio el caso de hacer “una Iglesia para un Retablo” y no al contrario, ya que ordinariamente se hacen los Retablos para las Iglesias ya existentes.
El día de San Pedro, 29 de Junio de 1950, se bendijo y colocó la primera piedra por el Sr. Obispo, D. Enrique Delgado Gómez, en presencia de las autoridades Provinciales y Locales.
Pintó la cúpula, así como los Evangelistas de las pechinas, D. Ramón Stolz. La imagen del titular, que se colocó en la hornacina del retablo, en el lugar que antes ocupara la de San Pedro Apóstol, fue obra de D. Antonio Martínez Penella.
Las campanas fueron fundidas por el campanero D. Vidal Erice.
Las Cruces del Vía Crucis fueron hechas por un industrial prestigioso de la parroquia, que tuvo el gusto de hacerlo personalmente.
El día 13 de Marzo de 1954 se bendijo el nuevo templo parroquial. Al día siguiente, 14, se inauguraba el templo con una solemne Misa Pontifical, celebrada por Sr. Obispo D. Enrique Delgado Gómez y en la tarde del mismo día daban comienzo las Misiones parroquiales en toda la ciudad a cargo de los P.P. Capuchinos.
El mismo día 14 se administró el primer Bautismo en la nueva parroquia a la niña Margarita Teresa María Apilluelo Martín.
La Congregación Mariana de Luises y el Apostolado de la Oración tuvieron familiar acogida en la parroquia, celebrándose sus cultos en la misma, hasta que los P.P. Jesuítas abrieron al culto su nueva Iglesia de la Inmaculada.
En el mes de Mayo de 1953 se había formalizado el contrato para la construcción de un órgano por la firma “Organería Española” y, no habiendo terminado su construcción para la inauguración de la parroquia, nos envió un órgano electrónico provisional hasta que a fin de Noviembre de 1954 se inauguró el órgano de tubos, dando un concierto el Maestro-Organista, Sr. Echeveste.
Todo estaba dispuesto para la consagración de la Iglesia, y con fecha 8 de Mayo, festividad de la Aparición del Arcángel San Miguel, de 1959, año primero del Pontificado de Su Santidad, Juan XXIII, se llevó a cabo la Consagración de la Iglesia y del Altar Mayor, dedicados al Titular San Miguel Arcángel, depositándose en la cápsula abierta en dicho altar las Reliquias de San Digno y San Próspero. Fue Pontífice Consagrante D. Enrique Delgado Gómes, primer Arzobispo de Pamplona, y celebró la Misa de Pontifical el Abad Mitrado del Monasterio de la Oliva, Plácido Arenaz.
A fin del mes de Abril de 1960, el Iltmo. Sr. Vicario General, D. Juan Ollo, consagró las mesas de los altares laterales, así como el de la Capilla de la Virgen de Fátima.
EL RETABLO DE LA CATEDRAL
Pero volviendo a la empresa del retablo mayor, es un hecho que la catedral de Pamplona carecía de este mueble litúrgico a diferencia de otras catedrales vecinas que estaban presididas por grandes conjuntos retablísticos góticos y renacentistas. Así la Seo zaragozana construyó su espléndido retablo mayor a finales del siglo XV, y la basílica del Pilar junto a las catedrales de Huesca y Teruel, lo hicieron en el Renacimiento. Unos años más tarde, en 1580, se construiría el retablo mayor de la catedral de Burgos bajo la influencia del nuevo tipo de retablo inaugurado por Gaspar Bacerra en Astorga. Todos ellos son grandes conjuntos escultóricos como lo será también el de la catedral de Pamplona, el cual debemos situarlo en este lugar, detrás del de Burgos, en la enumeración de retablos catedralicios de las diócesis próximas. De otra parte, está probado que la iniciativa del obispo de Pamplona fue secundada inmediatamente en las diócesis vecinas de Calahorra, que inicia la ejecución de su retablo catedralicio en 1601 teniendo precisamente como modelo el pamplonés y el de Tarazona que construye el suyo propio en 1603.
Hay disparidad de opiniones sobre los artistas llamados por D. Antonio Zapata para realizar esta gran empresa, como también las hay respecto al valor artístico del retablo mayor. Este retablo no preside hoy la catedral de Pamplona, ya que con motivo de las últimas reformas, permaneció desmontado por un tiempo en las dependencias catedralicias para trasladarse finalmente a la parroquia de San Miguel, un templo de estilo vignolesco hecho a medida para el retablo.
El retablo fue hecho por Domingo de Bidarte que actuó como ensamblador y por Pedro González de San Pedro que lo hizo como escultor.
Para la ejecución de la escultura, el obispo llamó a un afamado artista de la región, el navarro Pedro González de San Pedro.
San Miguel
Falta aún un dato de mayor interés y es el referido a la traza del retablo. D. Antonio Zapata encomendaría la traza a un platero, José Velázquez de Medrano, a quien, precisamente, el obispo encargará a la vez el mismo año, el templete de plata para la catedral.
Hacía seis años que se había concluído el gran retablo de El Escorial sobre traza de Juan de Herrera. Muy probablemente D. Antonio Zapata conocería el gran retablo escurialense y quiso inspirarse el él al hacer el nuevo retablo. Los dibujos de Juan Herrera fueron trasladados a grabado el flamenco Pierre Perret. Entra dentro de lo probable el que hubiera sido el propio obispo el que facilitase los grabados al platero Velázquez de Medrano de los que aprovechará dos.
Una comparación entre ambos retablos, el de El Escorial y el catedralicio, revela la semejanza de su traza aunque se aprecian algunas variantes en los cuerpos bajos mientras que los altos son prácticamente un traslado literal de uno a otro retablo. Se trata sin duda de una adaptación del retablo de Juan de Herrera a la tradición nacional de la madera policromada.
Presenta el retablo de la catedral de Pamplona una planta ligeramente cóncava, trapezoidal, para adaptarse a la capilla mayor alzándose a una gran altura lo que permitía el templo gótico. Monta sobre un único banco, no muy alto, sobre el que se alzan tres cuerpos y un ático. Los dos cuerpos inferiores están divididos en cinco calles que se reducen a tres en el cuerpo tercero. Esto produce un efecto de aligeramiento de la parte alta del retablo ya que, además, el ático consta de una única caja ocupada por el calvario. Presenta columnas jónicas el el primer cuerpo y corintias en los dos restantes.
Los retablos escultóricos contaban con una tradición muy arraigada en todo el norte peninsular.
El obispo debió ser el mentor del programa iconográfico que expone el retablo que contiene una lección de las verdades de la fe y de los misterios de la salvación tal como propugnaba el Concilio de Trento.
A este programa trentino se unen algunas escenas de la vida de santos toledanos, cuya presencia nos parece se justifica aquí por el deseo de Zapata. La iconografía se ordena, como es usual, jerárquicamente potenciándose la calle central que conduce la vista del fiel en vertical a la Asunción, San Pedro, Calvario hasta el Padre Eterno del ático. En el banco se sitúan tableros rectangulares con escenas de la Pasión- Oración en el Huerto, Flagelación, Cruz a Cuestas y Santo Entierro- entre relieves de los cuatro Evangelistas más San Antón y San Francisco de Asís que ocupan los pedestales extremos.
El primer cuerpo, centrado por el espacio reservado al templete-ostensorio presenta en sus extremos dos tallas de San Pedro y San Pablo y dos escenas en relieve de la Imposición de la casulla a San Ildefonso y de este santo y Santa Leocadia y Recesvinto cortando el velo.
La iconografía del segundo cuerpo está dedicada a la Virgen que es la titular de la Catedral de Pamplona. Le sirve de apoyo un entablamento con los cuatro Padres de la Iglesia recostados. En los extremos de este cuerpo se encuentran las esculturas de dos obispos, uno de ellos con sotana negra y sobrepelliz debe ser San Agustín y el otro debe representar a San Fermín patrono del Reino de Navarra. Completan este cuerpo el relieve de la Anunciación y el del Nacimiento de Jesús que centran el grupo de la Asunción Coronación sobre peana de nubes y ángeles.
El tercer cuerpo glorifica a San Pedro. Su imagen ocupaba la calle central, pero fue retirada al Museo de Navarra al ser sustituída por San Miguel, el nuevo titular de la parroquia en la que el retablo está instalado. Flanquea al santo la escultura de Moisés con las tablas de la ley y otro profeta que puede significar la antigua y la nueva ley. El relieve del martirio de San Pedro, situado bajo el titular y las figuras recostadas de cuatro obispos que alcanzaron la santidad ocupan el entablamento que sirve de asiento a este tercer cuerpo. El ático de la Cricifixión de Cristo que es paralela a la de San Pedro y está situada entre los tableros con la Fe y la Fortaleza. Finalmente, el Calvario y el busto del Padre Eterno bendiciendo desde el frontón culmina el conjunto.
La cuidada policromía es obra del pintor Juan Claver. Este retablo se aprecia como una innovación tipológica y estética dentro de la retablística regional que responde con su completo programa a la mentalidad y al gusto de un obispo tan relevante como Don Antonio Zapata que fue mentor y mecenas de la obra.